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EPISODIO TREINTA Y UNO

Creo que no asumí que estaba muerta hasta mucho tiempo después. Cuando al fin supe que estábamos formando parte de un reluciente plan para manipular a la humanidad. No es que fuera algo nuevo en la historia sólo que a uno no le gusta saberlo. Esas cosas se guardan en secreto. Luego los historiadores harán su trabajo y especularán teorías que más tarde aclararán las cosas. Cuando quizás oigan de mí ya no seré más que un puñado de polvo. Tenía que escribir sobre la importancia de un nuevo comienzo y ahora sólo puedo dar lecciones sobre como llegar a un mal final. Y no hay peor final que la muerte.

_ ¿Te dieron? – Preguntó Adolfo mientras forcejeba con el encendido de la camioneta.

No me habían dado, era un tipo con suerte. Muchas balas cerca y ninguna dio en el blanco. Me alejé del cuerpo de Mía flexionando los brazos, su sangre me bañaba. Tibia. Excitante. Comencé a darle respiración boca a boca pero en realidad la estaba besando, mi lengua recorría su boca antes que se enfriara por siempre. Golpeé su pecho reiteradas veces sólo para darle mas intensidad a la situación. Estaba seguro que no iba a reaccionar. Conocía un rostro muerto, mi trabajo en la funeraria me había preparado. Pero no pensaba detenerme.

La camioneta arrancó por fin y nos alejamos del lugar rápidamente. Adolfo conducía en silencio. Pensando tal vez que se acercaba el final. Trató de traerme de nuevo a la realidad.

_ Dejala Juan …ya está, te lo digo en serio, iba a traicionarnos, hay cosas que descubrí hoy que le dan sentido a todo ésto… escuchá bien… no sólo Legión busca al mesias, también lo hace otro bando…

Acaricié su cuello buscando algún leve pulso pero al no encontrarlo bajé mi mano e intencionalmente rocé uno de sus pechos. Parecía vivo. Era suave y firme a la vez. Continué bajando mi mano hasta su vientre. Lo recorrí como buscando algo. Afuera el mundo era algo oscuro y peligroso.

_ ¿Quiénes?- Pregunté mientras me acomodaba cada vez más pegado a ella, sólo para que mi tío no me moleste.

_ Juan… está muerta, no te va hacer bien eso mientras no sepas la verdad, era un agente de Legión... iba a entregarnos tarde o temprano…

_ ¿Entonces quien diparó ? ¿Si era de ellos porqué dispararon?

Hizo un largo silencio. Luego respondió:

_ Es así, no valemos nada, lo único que importa es el objetivo.

Lo dijo con cierta pesadez, conocedor de la profesión sabía que morir era parte del juego.

_ ¿Querés saber?

_ ¿Qué cosa? ¿Si valió la pena su muerte? ¿Si al seguir por este camino no me espera un mismo futuro? No , no quiero saber…

_ Estamos muy cerca. Esto fue sólo un tropiezo… pero estamos en carrera, vamos hacia el final, por fin vas a saber la magnitud de toda esta historia, lo que te prometí, ser parte de ella.

_ ¿ Dónde está ese mesías?

_ Por ahora en buenas manos… fue todo un error… entramos por el lado equivocado, no era a Legión a quien debíamos vigilar… ellos todavía lo están buscando sin resultado…

_O sea que todo fue en vano…

_ No todo, tu labor sigue en pie, tenés que contar todo lo vivido, ése es tu destino. El falso escriba.

No quería escucharlo pero era imposible. Acaricié el cabello de Mía, era suave y final.

_ El falso escriba… no imagino por qué.

_ Lo vas a saber pronto… cuando lleguemos…

Llegamos sin problema hasta un gran depósito al parecer de materiales de construcción. Mientras Adolfo bajó para abrir el portón pude leer un cartel que decía: CONSTRUCCIONES NEWLIGHT. Así que éstos eran lo que también actuaban en este teatro. Nos detuvimos junto a una vieja casa. Adolfo bajó y me pidió que la baje a Mía.

_ Tenemos que hacer algo con el cuerpo…

_ ¿En serio crees que lo que nos pasa es cierto?¿ Que todo tiene un sentido?

_ Claro que lo tiene, tardé en encontrarlo pero lo tiene. Nuestro ingreso a la historia estaba planeado. Sólo que nos equivocamos… no debíamos ir tras Legión… sólo teníamos que atestiguar sobre lo que ocurría. Este lugar era la clave.

Bajé el cuerpo de Mía con suavidad, sobre mis brazos. Como recién casados. Entramos a la casa y Adolfo encendía las luces. Me alcanzó las llaves de las esposas que me unían a Mía. Cuando me las daba sentí que sujetó por unos segundos mi mano. Me sentí raro, acompañado, si hasta pensé que ella se pondría contenta cuando saqué las esposas. Pero no hizo nada. La muerte era eso, nada.

_ Dejala en alguna de las habitaciones, después vemos que hacemos con ella.

Subí una vieja escalera de madera y encontré un colchón en el suelo. Dejé a Mía suavemente y volví hasta la planta baja.

_ Ya está, estamos solos… ¿ eso querías? Lo conseguiste. Está muerta.

_ Si es verdad lo que dijiste allá en la camioneta lo lamento… pero no podíamos seguir confiando en ella.

El lugar parecía casi abandonado, seguro estaba a punto de ser demolido. Seguro construirían sobre él algo nuevo. Extraña analogía.

_ Quedate tranquilo… acá estamos seguros…

_ ¿Newlight?

_ ¡Exactamente! Ellos son los buenos, los que protegen al mesías.

Había una guerra por el premio mayor. Yo no creía en buenos y malos. Todos somos un poco de los dos.

Adolfo se arrojó sobre un viejo sillón recubierto en plástico.

_ Ahora tenemos que esperar hasta el amanecer, ellos van a venir. Aprovechá y dormí un poco.

_ ¿Y si me escapo?

_ ¿Adónde? Dejate de joder, y tirate por ahí que mañana va a ser un dia difícil.

Subí y Mía estaba tal cual la dejé. Miré mis manos y estaban rojas con su sangre. Busqué donde lavarme y encontré un baño que por suerte tenía agua y hasta una bañadera. Un pequeño espejo me hizo ver que ya no era yo. Era otro. Apenas si me reconocí. Estaba sucio, cansado y enojado. Me apoyé en la pileta y traté de esclarecer cuales era mis posibilidades. Si me iba era hombre muerto. Si me quedaba al menos existía la posibilidad mínima de sobrevivir. ¿Pero para qué? Mi vida se había ido al carajo. Asi de simple te das cuenta que todo lo que planeaste fue al pedo. La decepción de darse cuenta que uno vivió para nada.

Probé la canilla de la bañadera y también funcionaba, así que fui a buscar a Mía, ella también necesitaba un baño. Me encerré con ella, por suerte la puerta tenía llave. Me desvestí primero mientras se llenaba la pileta, luego la desvestí a ella lentamente. La ropa se le pegaba a la piel por la sangre. Le saqué los pantalones y acaricié sus piernas como si fueran algo sagrado. Y cuando estuvo totalmente desnuda nos metimos en la bañadera. El agua estaba helada pero a ella parecía no importarle, yo temblaba. Limpié sus heridas, su cara triste, sus pechos y hasta me atreví a un poco más. Al fin era mía. Cerré los ojos y me dejé llevar por una extraña melodía.





Continuará en el episodio final…


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