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EPISODIO TREINTA

Los ojos de Mía se mantuvieron fijos en el caño del arma, parecía sonreir, no dejaba entrever ni una fibra de miedo.

El dedo de Adolfo se apoyaba en el gatillo firmemente, con sólo una pequeña presión más y bienvenida la tragedia.

Miré a Mía y pude notar que estaba dispuesta de seguir adelante. Su mirada enfrentaba al arma como si fuera su destino inevitable. Adolfo me miró como inspeccionando mi reacción. Eso me dio pié a intervenir.

_ No dispares. Por favor, no dispares. Si tenés que culpar a alguien es a mi. Ella está metida en esto de casualidad, como todos.

_ ¿ Te parece casualidad?

¿Casualidad? ¿ Qué es la casualidad? Un hecho destinado a ocurrir. Un hecho inevitablemente real. Destino manifiesto. Un camino a seguir. Cuando la vida se deja ver en pequeñas raras acciones. Quisiera evitar todo lo que ocurrió desde que me reuní con mi tío en aquel bar. Quisiera ser aquel sin rumbo. Ese al que las certezas de la vida le pasan por al lado. Es tarde. Hay casualidades mortales. Pero también estaba Mía.

A lo lejos se escuchaban sirenas policiales.

Lo peor de morir es que uno sabe que no hay algo mejor que venga, salvo la nada después del dolor que significa aferrarse a este mundo y perderlo inevitablemente, aunque es un mundo de mierda duele dejarlo. Busco aromas guardados, pasto verde de verano, pastas y tuco de la abuela, aquel perfume de un beso infantil, cualquier cosa que me mantenga vivo es buena. Mientras recuerde cosas es buena señal, sigo vivo.

_ Tenés razón, - Admití.- nada es casualidad en este asunto. Pero no la mates, no te olvides que yo sólo soy un tipo que se dedica a escribir… no pertenezco a tu mundo, donde todo vale, no puedo permitir que la mates y sigamos como si nada pasara… ella me importa, no la conozco pero siento que sería capaz de todo por mantenerla a salvo, la necesito cerca, creo que es la única razón por la que quiero seguir… no me importa tu plata, ni escribir, ni cambiar la historia, ni ese mesías que todos buscan, sólo la quiero a ella, si miente no es mi problema, este asunto es entre ustedes, los que viven en la raíces de los hechos. Lo que ví hasta ahora me alcanzó para saber que ninguno de los involucrados en esta historia es buena tela, todos son abejas perdidas que revolotean lejos del panal…¿Qué buscan? ¿Cuál es el sentido de todo esto? ¿ Hay mucha plata detrás de todo? porque sinó no entiendo por qué tanto entusiasmo por un pobre africano… es una locura, agentes, empresas de seguridad, bares swinger donde se culean todos con todos, un nuevo Cristo, y encima negro.

_ Tiene sentido, Cristo murió en la cruz romana, castigo merecido a aquellos que desobedecen al imperio… Dios eligió que la muerte de su hijo denunciara la dominación romana sobre su pueblo… y ahora denuncia la destrucción de África por los países avanzados… ¿no te parece?

Me importaba un carajo Africa, el nuevo Cristo y la humanidad entera. No soy un tipo que pensara mucho en la humanidad, el trabajo en la funeraria me hizo entender que hagas lo que hagas todos estamos enganchados al mismo cable que tira fuerte hacia el final. Algunos antes y otros después. Si uno seguía una vida normal daba lo mismo morir a los ochenta que a los treinta. Todo se hace polvo porque nada dura para siempre, ni las cosas buenas, ni las malas. Todo desaparece.

_ Tío sólo quiero que bajes esa arma. No sé si somos familia o no. Realmente no te conozco. Como tampoco conozco a mi padre. Tu hermano muerto. Acepté este trabajo porque estaba a la deriva, mi vida era sólo el proyecto trunco de una vida, y de pronto, aparecés vos con esta historia detrás de la historia, … y ella, es lo que quiero ahora… nada más que a ella. ¿Podés entenderme? Bajá el arma…

Mía me miraba con una expresión confundida, pero su boca sonreía hacia un costado, cosa extraña teniendo en cuenta que su vida pendía de un hilo.

_ Ella está con ellos.

Estiró su mano y sujetó la mía. Con fuerza.

­_ Eso a mi no me importa. Yo no tengo bando.

_ Te pago para que estés del mío.

_ Renuncio.

Cuando era chico solía hacer eso, si las cosas andaban mal listo, no juego más.

_ Qué boludo que sos… ¿no te das cuenta? Te está usando… te tiene agarrado de las bolas, por eso estás así, no seas pelotudo, date cuenta que si no estoy a tu lado sos boleta. ¿Eso querés? ¿ Morir tirado en la calle, como un perro?

Debo admitir que en eso tenía razón. Mi final no era más que ese, un perro tirado. Por el cordón de la vereda bajaba un charco rojo de mi sangre. El rojo era el final. Y por la cantidad de rojo que estaba dejando en la calle ya no me quedaba mucho.

Ya falta sólo un poco para el final.

_ Te puedo asegurar que ella está con ellos, nos está manipulando, sobre todo a vos pelotudo calentón.

Mía me miró y eso bastó para darme coraje.

_ ¿Y cuál es? La quiero.

Mis palabras recorrieron el espacio en forma seca, con cierta debilidad.

_ ¿Cómo? No te entendí bien…

_Que la quiero, no la mates.

La verdad es que la sensiblería no me gusta pero no me quedaba otra. Adolfo estaba convencido que era la responsable de parte de todo. Pero todo involucraba a más personas. Aún no sabía que además de Legíon otros estaban detrás del mesías, pero si notaba que era una carrera hacia el poder. El que tuviera a ese negrito tendría el mundo. O algo así. Tenía mi escepticismo con respecto a las religiones, en pleno siglo veintiuno los únicos que se la tomaban en serio eran los musulmanes. Y los testigos de Jehová que se iban muriendo por no aceptar a la medicina moderna, por suerte para ellos las jóvenes testigos eran muy putas, y tenían muchos pibes para equilibrar. Lo sé por experiencia porque mi primera felatio me la hizo una de esas santurronas de polleras largas y moral corta. Le acabé en la boca sin avisarle y no escupió ni una gotita. Tragó profundamente y agradeció el obsequio. Y luego dijo que quedaba en Dios si ahora una nueva vida florecía. Pensé en explicarle que en realidad para tener un hijo había que volcar el líquido en otro tarro, pero no valía la pena así que me aproveché de ella y me cagué en Jehová. Ahora estaba inmerso en la génesis de una nueva religión. ¿Qué buscaban? Tal vez cambiar el destino final de este mundo. O sólo asegurarse del dominio de sus almas. Era una pelea interesante. Los medios de comunicación eran los dueños de nuestras mentes, nos dicen qué comprar, qué decir, qué odiar y qué amar. Mientras que el alma queda bajo la jurisdicción de organizaciones manejadas por vaya uno a saber que tipo de gente. Eso es lo único que quedaba claro al menos para mí. Todos queremos creer en algo, aún los que quieren no creer. Siempre hay algo que nos empuja: Dios, el dinero, la fama, las drogas, el fútbol, los hijos, cualquier cosa que nos haga menos invisibles o inciertos, sirve para darle sentido a la vida. Sabemos que es única, frágil, intensa y breve pero no sabemos aún como vivirla ni aprovecharla sólo por lo que es, una porción de tiempo. Necesitamos apoyarnos en algo para no enfrentar el peor de los vacíos, el que sentimos día a día cuando nos damos cuenta que no era así como lo habíamos planeado…en la infancia anhelábamos el futuro… hoy ese futuro llegó al final, al menos para mí. Los que queden no se crean mas afortunados que yo. Hay un fin para todos.

_ Sobrino, no podés decirme eso… si no la conocés. No compliques más las cosas, tenemos que deshacernos de ella.

_ Adolfo. Basta. Tenemos que seguir adelante, bajá esa arma.

La miró descaradamente, le guiñó un ojo y le dijo:

_ Dale turrita, decile a él que tengo razón, decile que estás en esto desde el principio, nos usaste en nombre de ellos. ¿No ves a este boludo? Voy a matarte, pero antes decile a Romeo que sólo estás jugando con él como hiciste conmigo…

_ Sólo busco a mi padre…

Estuve tentado a decirle todo, que su padre era nada más que un monton de restos humanos chamuscados, pero sólo empeoraría aún más las cosas.

_ ¡Mentira! - Gritó tan fuerte que pensé que se le iba a escapar un tiro.

Ella me miró y me sumergí en sus ojos, brillaban en un haz de luz momentáneo, seguí hundiendome en ellos y pude sentir el miedo, el dolor y el arrepentimiento… ¿si eso me alcanza? Por supuesto que no. En esos ojos vi reflejado la camioneta que pasó a nuestro lado y no pude hacer nada más porque al instante la realidad se vió sacudida por fuego de metralla, los pedazos de plomo pasaban entre nosotros destruyendo todo. El ruido era ensordecedor, me arrojé sobre ella pero tarde. Una bala explotó en su estómago y otra cerca de su cuello. Caímos mientras la sujetaba para que no me deje, me sumergí en su sangre que brotaba mientras se alejaba de la vida, busqué sus ojos pero ya no estaban. Estallaban los vidrios, Adolfo respondió a los disparos con su pistola, no podía verlo así que no sabía si daba en el blanco. La arrastré hacia el suelo de la camioneta y respiré una triste mezcla de su dulce olor y pólvora quemada. La vida y la muerte. Qué gran enigma que nunca vamos a resolver…¿vivimos por algo? ¿ o sólo somos lo inevitable? Me acomodé a su lado con calma, como si no fueran balas lo que sentía pasar a mi lado. Entrecerré los ojos y apoyé mi cabeza en su pecho húmedo. Agarré una de sus manos pero esta no parecía responder. Así que mientras Adolfo recargaba su arma y la camioneta de la que nos dispararan arrancó ruidosamente yo me aferraba otra vez a algo que nunca iba a poder ser. Tenía sobre mí muchos pequeños pedacitos filosos de vidrio. Levanté la cabeza y su último aliento pegó contra mi boca.





Continuará…


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