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EPISODIO VEINTINUEVE

La moto se sacudía tanto en el empedrado que con el peso de nuestros cuerpos intentábamos mantener el equilibrio, en mi mano libre de Mía llevaba el arma agarrada . Detrás nuestro el combate seguía. De la camioneta disparaban contra el auto que nos perseguía en intervalos de pocos segundos. Al parecer con un arma grande y a repetición. La velocidad que llevábamos hacía que su cuerpo se pegara al mío. Cada vez que aceleraba su cuello quedaba tan cerca de mi boca que me parecía besarlo, dejamos la calle adoquinada y tomamos una avenida bastante luminosa y concurrida. Nos inclinamos hacia un costado y esquivamos un auto que estaba detenido, con las puertas abiertas, el conductor nos miró reprochándonos la velocidad con la que pasábamos. De la parte de atrás descendía su mujer agarrada del brazo de la que parecía su suegra, cuando de la nada un auto impacta a su costado a gran velocidad. Su familia salió sacudida hacia la vereda. Por suerte, el auto giró como un trompo con él dentro. Volaron pedazos de carrocería, lo había llevado por delante el auto de Legión, que para ese momento ya no podía distinguir que auto era. La Toyota blanca seguía pegadita, su chofer movía los brazos girando el volante para controlarla. Rebotaba contra su objetivo una y otra vez. El auto marrón quedó en el camino pero la camioneta aceleró hacia nosotros.

Llevábamos una pequeña ventaja. Muy pequeña. El primer semáforo lo pasamos en verde, nuestro perseguidor en amarillo.

No quería mirar hacia atrás, ver a mi tío persiguiéndome a los tiros no sería agradable. Había arruinado el contrato. Me pagaba por ver y escribir los acontecimientos. Los acontecimientos no eran fruto del azar. Los acontecimientos estaban manipulados. Nosotros éramos manipulados ¿ Ustedes que creen que nadie los empuja? Piensen. Aclaren qué cosas los persigue, qué cosas hacen que se apuren, algo los hace correr, esquivar la realidad para poder vivir, creo que todos escapamos de algo, una infancia, un mal noviazgo, una tarea mal hecha, una mala decisión, una familia equivocada, escapamos de aquellas cosas que pueden mostrar algo de uno, verdades. Hay pocas en la vida, y por lo general son dolorosas. Y tenemos miedo de la verdad. Vernos. Saber lo que somos. La vida es cada una de esas cosas a la que le prestamos atención para no vernos a nosotros mismos. Buscamos ser algo que los otros quieren, engañamos a nuestras maestras, a nuestros padres y novias. Soy algo que ahora que es consciente del final, puedo garabatear pensamientos que en cierta forma me tranquilicen, me convenzan que al menos sé la verdad. Mientras muero tirado quiero mantener en mi cabeza los hechos. Debía escribir. Pero como todo en mi vida iba a fallar. No iba a salir de esta. Porque me superaban las circunstancias. No estaba a la altura de los hechos. Y la prueba era ese agujero de bala en mi cuerpo. Tengo la verdad pero se va conmigo. En cada gota de sangre.

A la persecución se le sumó otro auto de Legión, este apareció en la avenida a nuestro costado. Abrió fuego sin vacilar, vi los destellos de las balas contra el asfalto. Inmediatamente apunté y accioné la pistola varias veces, esto de no apuntar bien no servía mucho.

_ Apuntá bien, quedan pocas balas…-La voz de Mía parecía entrecortada por la velocidad. ¿Dónde había aprendido a manejar una moto así? Parecía no tener miedo. Yo por el contrario estaba al borde de tirarme de la moto y correr lejos.

_ No puedo apuntar bien. Tenemos que evadirlo.

El móvil recién llegado de Legión se apresuró y se posicionó delante nuestro, detrás la Toyota nos seguía de cerca. ¿A cuál debía dispararle? ¿Cuántas balas me quedaban? ¿ No sería mejor detenerse y hablar con mi tío? ¿ Podía ser nuestra ayuda? ¿Quien era Mía? ¿ Porqué la seguía ciegamente? ¿Valía la pena toda esta historia? Uno de sus hombros quedó al descubierto, sólo piel suave y un fino bretel negro. Acerqué mi boca lo besé reiteradas veces, hasta pasé la lengua por él.

_¿Qué hacés?

_ Aprovecho, ya que tal vez nos matemos acá.

_ No me distraigas querés… no puedo concentrarme…

_ Perdón, por interrumpirte con reclamos vulgares… ¿sabés? Yo no puedo concentrarme desde que te vi por primera vez…. Todo era sencillo, debía escribir sobre unos cuantos locos que buscan al nuevo puto mesías. Dejar mi aporte en la historia. Pero no… estoy en una moto escapando de algo que tarde o temprano nos va a alcanzar. Creo que no es nuestro papel seguir…

_ No seas boludo… ¿Escribir te va a servir de algo? Ya estamos dentro del tramo peligroso de los hechos… ¿Para qué querrías escribir sobre esto?

La camioneta volvió e embestir al auto pero esta vez lo arrojó contra un costado, y terminó contra un árbol. Bajó un agente de Legión y disparó contra nosotros, ya lejos.

_ Porque me pagaban, sólo por eso.

_ Juan, ahora cambiaron las cosas…

Traté de ser lo mas sincero posible.

_ No me importa morir, quiero entrar en tu cuerpo, que mi boca recupere cada sabor perdido, mirarte a los ojos mientras sos mía. Que tus manos me busquen desesperadamente mientras recorro cada parte tuya, basta de postergarlo, soy tu esclavo, haría cualquier cosa por vos.

Rió fuertemente, con ganas.

_ Juan, si salimos de esta te voy a dar todo…cada parte de mí.

Al fin había conseguido algo, era una promesa, apunté el arma hacia los legionarios y disparé mis últimas balas, que vaya a saber uno dónde pegaron.

Otro semáforo en verde, nos favorecía el destino, giramos bruscamente sacándole varios metros a nuestro perseguidor. Éste había dejado de disparar. Arrojé el arma hacia un costado y me abracé fuerte a Mía. Cerré los ojos. La camioneta se acercaba, otro semáforo, esta vez en rojo, unos bocinazos hicieron lo suyo.

_ ¿Juan?

_ ¿Si?

_ Estamos jodidos, no sé si podré evadirlo mucho más.

Podíamos dejar de escapar, en definitiva era mi familia, podía rogarle a mi tío que sólo intentábamos obtener más información con la ayuda de Mía. Ella era muy útil para mi historia, en definitiva su historia. Él tuvo la idea de registrar como la llegada de un nuevo hijo de Dios transformaría la sociedad vaya uno a saber en qué cosa. No quedaba más que detenerse. Y mi tío lo sabía. Su sonrisa de hiena lo acompañaba mientras bajaba la velocidad y se ponía a nuestro lado. Mía desaceleraba la moto con cara abatida. Hasta que al fin se detuvo. La camioneta también. Se abrió una puerta y la vos de Adolfo invitó:

_ Suban de una vez.

Subimos.

En silencio.

Arrepentidos de todo y acorralados de nuevo.

Adolfo recargó su arma y apuntó derecho hacia la cabeza de Mía.

_ Voy a matarla, te dije que no le hicieras caso.

Crucé un brazo por sobre ella.

_ No voy a permitirlo.

_ Como quieras, voy a apretar el gatillo igual.

Su mano se tenzó sobre el arma, y su dedo índice se aferró al gatillo.



Continuará…









 
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