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EPISODIO VEINTISIETE

Se abrió su boca. Mi lengua se sumergió en un torrente de dulce saliva, al parecer me esperaba con ansias, un golpe suave hacia un costado, luego hacia al otro, la filosa punta de su lengua se paseó sobre mi paladar y luego absorbió toda la humedad de mi boca. Me acerqué por un costado a su cuerpo y sentí su firmeza defensiva, mi mano acarició su espalda e intentó buscar por donde entrar bajo su ropa, se agitó y su boca fue a mi cuello, pero lo mejor fue su mano… no sé si la derecha o la izquierda pero una de ellas fue hasta mi entrepierna comenzó a masajear mi pene por debajo de la mesa, lo hacía sin disimulo, en un principio por sobre el pantalón y luego metió la mano sacando mi feliz miembro y como se diría comúnmente lo sacudió en una paja lenta y suave. Me miró a los ojos. Yo temblaba en una irrealidad tan placentera que en ningún momento recordé donde estábamos. Me dejé caer hacia atrás separándome de la mesa. Ella siguió con lo suyo. Se me escapó un largo gemido y ví a dos grandotes que se dirigían hacia nosotros.

Ella los miró sin sorprenderse. Uno de ellos habló:

_ La busca el señor…

Mía aún sujetaba mi pene en su mano.

_ Sólo si voy acompañada de él.

Me miraron en silencio. Yo estaba estirado en el asiento y con la pija parada, los dos centinelas parecían estar acostumbrados a este tipo de espectáculos porque ni me miraron.

_ El señor pide que suba, sin dejar señales.

_ No dejamos señal todavía.- Me miró cómplice.- Si él hubiese acabado la historia sería otra pero no… no nos dieron tiempo.

Otra vez la maldita interrupción que me dejaba sin ella de nuevo. La soledad de sentirse una pieza equivocada. Se paró lentamente y me indicó con la mano que hiciera lo mismo. Envainé el sable como pude y lo seguí por el salón oscuro hasta una escalera. En el camino espié algunas mesas donde mujeres sonrientes se acomodaban los pechos y relamían sus labios y ofrecían sus pezones erectos, los hombres disimulaban tranquilidad, pero estaban sumergidos en la tenue movilidad sexual de ser la atención de otra pareja, que también buscaba como llegar a ese lugar de encuentro de manos, bocas y placeres compartidos. Al mirar hacia ahí noté que muchas mujeres hermosas buscaban la razón de su hermosura. La noche recién comenzaba. Pero al parecer eso no importaba, antes de llegar a la escalera pasamos por una habitación apartada, pero con la puerta sin cerrar, vi como dentro de ella un hombre penetraba a una mujer de espaldas sobre la mesa, sentados en las sillas, otra pareja miraba atentamente y se acariciaban sin pudor. Nunca imaginé estar en un lugar así, lleno de sexo. Pero lamentablemente estaba para otra cosa, subimos una escalera y llegamos hasta una puerta blanca, Mía me miró y sujetó mi mano, uno de los grandotes golpeó tres veces y se hizo a un costado, la puerta se abrió y entramos lentamente.

Un pasillo decorado con cuadros nos condujo a otra puerta, detrás de ella nos esperaba un hombre de pié, observaba unas hojas sueltas sobre el escritorio.

Mía lo miró con confianza.

_ Ahijada mía.- Lo dijo con cierta alegría. Mientras giró hacia nosotros.

_ Padrino mío, que placer encontrarlo.

Era un hombre mayor, con cabello blanco y arrugas en la cara, llevaba un traje caro y liso, me miró como si fuera poco más que un insecto. Luego dirigió su mirada hacia ella, estiró los brazos y Mía corrió a su encuentro, por ende yo también. Hubo resonar de cadenas mientras se tambaleaban dulcemente en un abrazo. De pronto se separaron y él dijo:

_ No tendrías que estar acá…

_ Estoy buscando a mi padre.

Hizo un silencio prolongado mientras miró a sus ojos.

_ ¿Y él quien es? – Sacudió el brazo de Mía, el que tenía encadenado a mí.

_ Me está ayudando.

_ No creo que tenga que estar aquí.

_ Padrino, no vengo a que me digas que no debo hacer, vengo a saber qué debo hacer.

El hombre dio dos pasos y se detuvo, suspiró suavemente.

_ Si buscás a tu viejo no sé nada de él. Hace rato que se cortó solo. Así que no sé en que anda.

_ No creo que no te avisara en que andaba, desapareció cuando encontró algo grande.

_ Siempre encontró cosas grandes, era así, tal vez decidió desaparecer.

_ ¿Sin decirme nada? ¿dejándome sola?

_ Tu viejo no haría eso otra vez, tal vez debió elegir…

Yo recordaba aquel cuerpo calcinado y humeante. Traté de parecer ajeno a todo.

_Mía, tal vez sea mejor dejar todo así, hasta que aparezca.

_ ¿Qué sabés de Legión?

El hombre se puso serio. Miró a su ahijada desde arriba y sin soltarla de sus brazos dijo:

_ Mía, Legión no es buena cosa… ¿Por qué esa pregunta?

_ Porque creo que tienen que ver con la desaparición de mi padre.

_ Entonces lo mejor es que te alejes…

Se miraron, ella con los ojos vidriosos.

_ Tu padre me eligió como tu padrino para que te protegiera si algo le pasaba a él. Acepté porque me pareció una buena acción. Ya no soy agente. Sólo manejo este lugar donde todos buscan información. No tengo mando. Este lugar rebalsa en agentes, pero soy sólo el portero.

Mía me miró buscando complicidad, yo estaba parado mirando su cola. El pantalón que llevaba puesto apretaba la bombacha y dejaba ver sus bordes. Entraba por entre sus cachetes como una mordaza y se podía notar que sólo era un pequeño trozo de tela que mordía estirado contra ese lugar al que yo estaba dispuesto a llegar con mi boca.

­_ Decile lo que sabés.- Me lo ordenó con su mirada firme, yo me sorprendí porque en verdad no sabía que decir.

El hombre me miró mientras se sentó en un sillón giratorio, parecía acomodarse para mi historia.

La miré a Mía, luego miré el suelo, volví a mirarla, se acercó y pasó su mano por sobre mi nuca, suavemente. Así que no me quedó otra.

_ Parece ser que todos buscan al nuevo mesías, el hijo de Dios, no sé pa qué pero parece que llegó al país, y al igual que lo hacen muchos entró así porque sí. ¿Cómo le explicamos a Dios las leyes migratorias? En definitiva quieren sacarle el jugo a la fruta, imagine, quien lo tenga tendrá el futuro. Si es que hay alguno.

El hombre rió suavemente.

_ ¿Mesías? ¿Están hablando de religión?

_ Algo así, hay una lucha a ver quien se queda con él.

_ Es imposible.

_ Dígaselo a todos lo que están involucrados en esto.

_ ¿Quién lo tiene?

Uno de sus ojos brilló mientras me miraba.

_ No lo sé... y no me interesa involucrarme en asuntos de Dios en la tierra, ...mire, yo veo a Dios más como una consecuencia que como a una causa. Sólo intento acompañar a Mía. Si los demás creen en nuevos mesías, religiones, dioses, no me importa, quiero protegerla.

_ No puedo hacer mucho.

_ ¿Entonces no sabés nada?

_ Sé muchas cosas, pero ninguna sobre tu padre, ni mucho menos sobre ese mesías.

_ ¿Y sobre Legión?- Pregunté con acierto.- Están metidos en todo esto…

_ Legión es una empresa oscura… si quieren algo lo consiguen. No sería problema para ellos.

_ Bueno, según parece están muy interesados en algo.

_ Lo que sea que quieran, no hay que permitirlo.

_ Quieren al mesías.

_ No lo permitan.

_ No sabría como…

De pronto se apagó la luz… y comenzaron a escucharse varios disparos…





Continuará…


 
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