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EPISODIO VEINTIUNO


Y volvimos al séptimo B, yo temblaba disimuladamente, si es que eso es posible, intentaba esconder mi ansiedad. Sabiendo que Adolfo no es ningún boludo y que estaría encima nuestro y dificultaría mi intenciones.

Su voz brotó del portero eléctrico como el sol en el horizonte.

_ ¿Quién es?

_ Nosotros de nuevo.

_ Y yo.- Agregué intencionalmente.

Un gran silencio.

_ ¿Qué quieren?

A vos. Quería gritarlo. Decirle todo lo que irracionalmente la necesitaba. No la conocía pero mi vida dependía de ella. No en un sentido literal, sólo en el aparente. Después sería así, pero de momento sólo era un intento de relación. Lo cual significaba que estaba dispuesto a todo. Mónica era solo un pequeño recuerdo casi lejano que se acostaba con mi casi lejano mejor amigo. Una pequeña llama que se apagaba definitivamente.

_ Tenemos que subir. Ahora. Hay nueva información importante.- Adolfo hablaba con la firmeza necesaria como para agilizar la cosa.

Entramos, subimos en el ascensor, cada piso que pasaba presionaba más y más contra mi corazón. Se abrió la puerta y ella estaba en el pasillo, era una imagen irreal dentro de la realidad, su belleza era una incongruencia con mi vida. Y con la vida en general. No tenerla era una vida en vano, así de complicado estaba.

Adolfo la llevó a pequeños empujones hasta el interior del departamento. Una vez dentro y con la puerta cerrada la encaró mientras me echaba una mirada severa para que no me meta.

_ Piba, yo te voy a contar lo qué sé, vos vas a llenar lo que me falta. ¿Tu viejo te dijo que buscaba? ¿ Te contó algo de su trabajo?

_ Te pago para que investigues a otros, no a mí…- Su vos dulce y gastada me hacía recordar lo infeliz que era. Cada acto suyo era una revelación divina.

Estaba de pie en silencio y mirando su boca, no sólo para escuchar la respuesta, sino también para aprovechar la oportunidad y meterme dentro de ella. Imaginaba su saliva como una cascada de agua tibia.

Adolfo continuaba con su interrogatorio.

_ Decilo ahora y evitanos dar tantas vueltas… ¿escuchaste hablar del mesías?

Me miró profundamente, quizás buscando un cómplice, luego lo miró a Adolfo, y al final volvió hacia mí.

Sus manos se movían en forma casi natural frotando sus piernas, eso quería decir que no ocultaba nada, sólo nos ponemos nerviosos cuando nos descubrimos de verdad, cuando mentimos lo hacemos fríamente.

_ Si, escuché algo sobre esa locura.

Se le acercó con furia contenida, Adolfo parecía fuera de sí.

_ ¡¿Por qué no lo dijiste?!

_ Porque pensé que era una locura más de mi viejo, me habló de un mesías, de la lucha que se llevaba a cabo para quedarse con él. Sólo que en este caso no estaba claro quien era el bien y el mal. Me habló de la intención que tenían algunos de usarlo a beneficio propio. Nada más. Luego desapareció. No me importa nada de eso religioso, sólo quiero saber que pasó con mis viejo, nada más.

Quise abrazarla, con todo mi cuerpo, cobijarla de este mundo tan perro. Decirle a todo que sí. Entregarme. Inconscientemente estiraba mis brazos hacia ella, parecía un hambriento zombi.

_ Sentate y contá todo lo que sepas. – Ordenó Adolfo señalando el sillón, me miró como para que yo también cobre protagonismo, pero no sabía como, yo no quería acosarla, quería acariciarla, besarla, si tenía que mentirme para que eso sea posible no me importaba. Estaba dispuesto a cualquier dolor luego de ella. Pero primero lo primero.

Parecía nerviosa, dolida y hermosa. Asi que traté de avanzar en el terreno.

_ Mía, volvimos para protegerte, si no contás todo nunca vamos a poder hacerlo.

Me miró dubitativa, como un cachorro que no sabe si confiar o no en su nuevo amo.

_ Mi viejo no dijo mucho, sólo que un cargamento valioso venía de contrabando de un barco de África. Le pregunté y me dijo lo del mesías, que mucha gente con poder estaba metida en el asunto.

_ ¿Cómo llegó a eso? ¿Quién lo metió en esa historia?

_ Sólo me dijo que era una operación como la de antes, hacer un sondeo de los hechos. Informar a los interesados y listo. Pero se dio cuenta que el entramado era mas profundo. Luego desapareció. ¿Por qué me contó todo eso antes de desaparecer? Supongo que se sintió solo, nunca me hizo partícipe de nada, al parecer era lo último que le quedaba. Y me dijo que si algo le pasaba contactara con vos.

_ ¿Cómo podemos confiar en vos si nunca fuiste sincera?

Sus senos puntiagudos sin corpiño rebotaban bajo una camiseta blanca. Apenas se vislumbraban sus pezones, seguro suaves y formidables. Mientras mi tío intentaba acorralarla yo quería desvestirla.

Adolfo se acercó a las ventanas y bajó las persianas. Caminó rápidamente de un lado hacia otro de la habitación, se asomó a la pequeña cocina como reconociendo su búnker. Traté de lucir normal mientras todo eso ocurría, Mía parecía asustada, pero aún así mantenía la compostura, sus dedos se entrelazaban nerviosamente, y su cuello latía sensualmente ante la situación. Podía notar sus nervios. El vibrar de sus ojos, sus labios rectos que se esforzaban por no dejar salir ninguna mueca, todo en ella era una máscara, un escondite, la cáscara del fruto más dulce.

_ Ahora no tenemos salida,- Continuó mi tío,. Perdimos mucho tiempo por no contar lo que sabías. Tiempo crucial.

Mía revoleó los ojos intentando minimizar su error.

_ Me parece que para lamentos es tarde, si están acá de nuevo es porque no les queda otra.

Eso era cierto. Cuanto más vuelta le dábamos al tornillo más duro estaba. Yo quería que el final la incluyera a ella, después que pasara el destino como aplanadora fatal. No podía dejar de mirar su labios secos, y la tensión nerviosa de su cuerpo que indicaba que era una bomba a punto de estallar, la imaginaba en la cama desnuda, gimiendo agradecida, mirándome bien firme, sin ocultarse, entregándose a la unión de nuestros cuerpos como si de eso dependiera el universo. Entrar en ella era como evitar la muerte, lo sé ahora que estoy muriendo.

Dí un paso hacia adelante, y tomé la palabra:

_ Tenemos que dejar de jugar en solitario, tenemos que unirnos, creo que los tres debemos irrumpir en el plan que se está orquestado, sea cual sea éste. Si vamos a arruinar la historia que sea a lo grande… sabemos lo que planean, sabemos quienes son, corremos con ventaja, y la ventaja es la sonrisa de los dioses, hagamos lo que tengamos que hacer, lo demás son sólo distintas formas de morir. Uno puede elegir, un incómodo sillón frente a la televisión, o la verdad. ¿qué eligen?

Me miraron en silencio, Adolfo bajó sus hombros como dándose por vencido. Mía me clavó la mirada como buscando dentro de mí una respuesta. Yo le sostuve la mirada, quería impresionarla, que supiera que volví sólo por ella, que iba ayudarla a buscar la verdad que necesitaba, tal vez yo estaba incluido en esa verdad, algunos pierden otros ganan, eso es relativo. Cuando el premio no es más que lo mismo, tal vez, la carrera no sea más que un señuelo. Creo que están esperando que nos metamos en sus asuntos, estamos bajo sus planes, sólo somos detalles dentro de un gran ingeniería que lo único que busca es como llevar a cabo su objetivo, y nosotros, sólo somos los usados del plan. Seguimos sus huellas, pero sólo para que sus piezas encajen, no somos nosotros los que vamos un paso delante, son ellos los que permitieron que nosotros demos con su plan.

Creí que me miraban convencidos de lo que de decía. Mía clavó su mirada en mi mientras acomodaba su pelo. Su boca dibujó una leve sonrisa de satisfacción. Estoy seguro. Adolfo en cambio, llevó sus manos hacia la herida reciente y exageró un movimiento doloroso. Se puso firme en toda su enormidad y sólo dijo que de una u otra manera estábamos en medio de la corriente, nadar era en vano, a ver hasta dónde nos llevaba todo. Fuera de mí tomé una de las manos de Mía, y le dije que no iba a soltarla, ella me miró sonriente, traté con la mirada de expresarle todo, lo que sentía, lo que necesitaba, y lo que le iba a pedir. Al parecer, deseaba lo mismo que yo.



Continuará…



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