EPISODIO DIECIOCHO
Lo primero que se me vino a la mente fue el rostro de Mónica, sonriente, luminoso, y luego fuego, mucho fuego.
_ No entiendo.- Lo dije como si tuviera ante mi un problema de difícil entendimiento.
_ Entendiste perfectamente.
_ No entiendo nada… ¿Cómo que se están viendo?
_ No voy a dar más detalles.
Los detalles que se los guardara en el culo.
_ Lo único que necesito hoy es guardarme acá. Lo demás veremos mas adelante.
Sin mirarme a la cara nos guió hacia la sala de velorios donde pasaríamos la noche. Estaba provista de varios sillones incómodos, un pequeño baño y un cajón vacío. Santiago se fué sin saludar, sólo me pidió que por la mañana abandonara el lugar.
Adolfo se arrojó sobre un sillón entre quejas y muecas de dolor. En cambio mi sufrimiento iba por dentro. Miré por una ventana como la noche nos tragaba a todos. Y luego traté de dormir pero las pesadillas apenas me dejaron hacerlo.
Desperté con dolor de espalda y de corazón. La palabra Mía giraba en mi boca seca como un dulce caramelo. Adolfo ya estaba de pié, junto a la ventana. La tenue luz de la mañana dejaba a descubierto el ataúd vacío. Tendría que haber dormido ahí, parecía cómodo por dentro.
_ Buen día sobrino, si te preocupa me siento un poco mejor… hiciste buen trabajo con el tajo que me hizo ese hijo de puta…
_ Tenemos que irnos de acá. Necesito un café.
_ En el velorio de abajo hay café… y galletitas dulces. Y gente llorando.
_ No estoy para eso. Quiero desayunar normalmente. Y que me expliques eso del mesías, es una locura dentro de otra locura, pensaba anoche que estamos corriendo detrás de un simple mito. La presencia de Dios en la tierra, el heredero de los cielos y me cago en él. Esto es el disparate mas grande que escuché desde que usaste tu dinero para comprar mi voluntad. Tengo hambre.
_ Vamos entonces, no esperes muchas respuestas, no las tengo.
Bajamos las escaleras en silencio, puede escuchar algunos llantos que venían del velorio, esperaba no tener que cruzarme con Santiago. No tenía algún rencor contra él, en definitiva el derrumbe de mi relación con Mónica era responsabilidad mía. Lo que hiciera ella no debía afectarme. Pero que hija de puta. Justo con mi único y mejor amigo tenía que ser.
Desayuné en silencio, Adolfo hojeó un diario con interés, sobre todo la crónica sobre lo ocurrido en la estación de subte. Buscaban a dos posibles perpetuadores del hecho, uno joven y otro mayor. No tenían imágenes de los sopechosos. Sólo algunas escuetas declaraciones de testigos algo dubitativos. Se creía que habían intentado secuestrar a un importante empresario que por motivos de seguridad se mantendría en el anonimato.
_ Qué cagada, vamos a tener que andar con cuidado.
_ Estuve pensando… no sé si quiero seguir jugando al agente secreto, tiene muchos riesgos.
_ Imposible.
_ Quiero volver a mi vida.
_ ¿Para qué?
_ Para envejecer frente al televisor.
_ Lo lamento, Juan, una vez que se entra es hasta el final. En este tipo de vida la única estación intermedia es el fondo del río. El día que se seque vas a ver todo lo que hay en el fondo.
_ No voy a seguir.
_ No te queda otra, te lo advertí, y vos aceptaste.
No me sentía bien. Esto de ir de un lado para otro era agotador, necesitaba un poco de vida normal. Reajustar mi cabeza. Para poder tomar rumbo. Y volver por Mía.
_ Tío, somos familia, no podés retenerme por la fuerza.
_ Aunque quisiera no puedo hacerlo. En cuanto te deje ir te caen encima y vas a cantar hasta el himno, y eso no me sirve.
_¡¿Qué puedo cantar si no sé nada?! Te pregunto y siempre lo mismo, nada de nada, que la historia, que lo oculto, que la venida del mesías, y nada de nada otra vez. Vos te das cuenta que estas persiguiendo una locura… eso del mesías no puede ser algo serio.
_ Yo pensaba lo mismo. Pero aunque no sé si es cierto ellos así lo creen, y eso es lo que importa. Se están matando por él, y parece que hay gente interesada en tenerlo imaginate, es el hijo de Dios.
_ No puede ser cierto, imposible.
_ ¿Por qué? Aceptá por un momento que pueda ser así, tener la posibilidad de hablar con Dios. Un botín así vale mucho dinero. Y muchas muertes. Nosotros vamos a ir hasta el final.
_ ¿Para qué arriesgarse? Dejalos que hagan lo que quieran, a vos sólo te pagaron para buscar al pobre padre de Mía, y encima ni le dijiste que está muerto.
_ Estamos a buen camino, todavía tenemos ventaja, hay que aprovecharlo. Golpear antes que nos vean.
_ Tío, no me interesa.
_ Es posible que ya lo tengan en su poder, nos demoramos mucho, aunque podría ser una ventaja porque ya no tendríamos que buscarlo, sólo habría que robarlo.
_ ¿Para qué alguien querría tenerlo? ¿Para qué sirve un mesías?
_ Vivo, no de mucho. Muerto puede ser el futuro. Imaginate si alguien le hubiese advertido a Cristo sobre Judas, o lo salvaba de la cruz.
_ Es imposible eso… sin la cruz no es Cristo. Dios no lo hubiese permitido.
_ Exactamente, alguien permitió que aquello ocurriera, y ahora permite que ésto ocurra.
_ No, conmigo no, dejé de creer en esas cosas cuando aprendí a leer, y de eso hace mucho. No estoy para dioses. Creo en la vida diaria. ¿Quién debe enfrentarla día a día? Yo, no Dios, así que poco me importa lo que diga, haga, o mande a hacer.
_ No seas cerrado, las religiones hicieron del hombre lo que hoy es. Todos hacen algo convencidos en Dios, no importa lo que digan, alguna vez, en silencio, creyeron no estar solos, cualquiera sea su forma Dios siempre nos visita. Ya sea como una pregunta o una respuesta.
El café estaba buenísimo. ¿Tendría algo Dios que ver con eso?
_ No me importa lo que creas, mientras escribas lo correcto.
_ ¿Y quién va a determinar esto?
_ Yo, acordate que soy quien te paga… lo que escribas es mío.
Eso no me gustó mucho. Pero tenía razón. Era un prostituto de las letras, por una monedas fingía escribir con pasión y entrega. Paría hijos deformes por encargo de otros.
_No voy a seguir.
_ Tengo la idea de que alguien que conozco debe saber algo de todo esto, pensaba hacerle una visita…¿qué te parece? Escuchemos que nos tiene que decir…
_ ¿Otro loco?
_ No lo sé todavía, pero vale la pena intentar. Si sabe algo no va a dudar en decírmelo. Me debe algunas cuantas, dale vamos.
_ No quiero más.
_ Dale, yo pago el taxi.
Realmente no me sentía bien. Mi vida era como una resaca interminable.
Continuará…