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EPISODIO DOCE

_No, - Contestó rápida.- soy Mía.

_ Ayudame a arrastrar a este oso muerto hasta adentro, tiene una herida sangrante.

_ ¿Le dispararon?

_ Algo le clavaron, eso dijo; y que llegáramos hasta a acá, que vos ibas a ayudarnos.

_¿Y si los siguieron? ¿No corremos peligro? _ No te preocupes, sabemos lo que hacemos.

Agarramos de un brazo cada uno y arrastramos a mi tío por el pasillo hasta dentro del departamento, por suerte las baldosas estaban recién enceradas así que el cuerpo patinaba facilitando la operación, controlé que no haya dejado una franja de sangre al hacerlo. Una vez dentro y con la puerta cerrada tiramos el cuerpo sobre un sillón de cuero negro.

Me pasé la mano por el pelo y me presenté. No estiré la mano ni le di un beso, sólo dije mi nombre.

_ Soy Bautista, Juan Bautista.

_ Ya sabés como me llamo, ahora explicáme quién sos, y qué pasó con Adolfo.

_ Si prendés la televisión vas a ver qué media ciudad está llena de humo.

Me miró seria, como si yo hubiese contado un chiste que no lograba entender.

_ Bueno, - Intenté de nuevo.- soy un colaborador de Adolfo, digamos, me dijo que estamos buscando a tu padre…

_ ¿Lo encontró?

¿Qué tenía que decir? No importaba. Mía era la Venus de Milo pero con brazos. Llevaba su oscuro pelo agarrado por detrás, su cuello, delgado y largo se disgregaba en unos suaves hombros que podía apreciar por gentileza de la musculosa blanca que llevaba puesta. Trataba de controlar mis ojos mientras hablaba, pero me era difícil, la situación era extraña, pero qué mujer tan hermosa.

_ La verdad que no sé mucho… apenas me subo al barco, tendrías que hablarlo con él.- Señalé con el dedo hacia atrás, donde estaba el sillón.- Pero tenemos que apurarnos está perdiendo mucha sangre.

_ Voy por toallas limpias, vos sacále la camisa. Hay que limpiar la herida.

Mientras lo hacía Adolfo abrió un ojo y me dijo en un susurro:

_ Estoy escuchando todo, no te hagas el boludo, y déjenme dormir un rato.

_ No hago nada malo, vamos a limpiar tu herida.

_ Hay que coser, metí un dedo a ver qué tan profunda era y me toqué una costilla. Hagan algo bien. Voy a estar controlando todo.

Y de nuevo se sumergió en el silencio.

Mía volvió de la habitación con las toallas y justo yo dejaba la herida en descubierto. Silbé indicando que era bastante grande al final. Yo pensaba en un tajito nomás. Pero no, era una linda abertura hacia el interior de mi tío.

_ ¿Y? ¿Es grave?

Cuando algo le preocupaba arrugaba la frente y la nariz daba un respingo muy gracioso. Parecía un conejito.

_ Hay que coser.

_ ¿Pero cómo? ¿Vos sabés?

Mi experiencia se reducía a una cuantas medias y media docena de calzoncillos.

_ Por supuesto que no, pensé que vos sabrías…

_ ¿Me ves cara de enfermera? No, flaco… pensemos en algo rápido.

_ ¿Google?

Me estiré hasta el bolso y saqué la computadora, la encendí y escribí en el buscador “cómo coser herida abierta”. Busqué entre los resultados los que parecían más serios, aunque en internet, lo único serio es el pronóstico del tiempo. Hasta en youtube había videos de cómo hacerlo, pero en Danés, así que opté por el viejo y leal español escrito. Se advertía que “solamente se aplica en casos de urgencia. Ante la posibilidad de ir a un hospital, esto debe de ser tratado por un médico”, no entrábamos en ese canon así que continué leyendo: limpiar la herida en lo posible con agua mineral o alcohol en un trapo limpio.

_ ¿Agua de la canilla o Vodka? Es lo único que puedo ofrecerte.- Me lo dijo sonriendo hacia abajo, como disculpándose. Tomá mi corazón, hacé lo que quieras con él.

_ Vodka.

Me acercó la botella, al menos era del bueno, le dí un buen sorbo, volqué un chorro sobre la blanca toalla, y presioné la herida tal como decían las instrucciones. Adolfo pareció gritar hacia adentro, y se arqueó un poco. Refregué el trapo y volví a mirar. Ahí se veían mejor los bordes. Mía continuó leyendo la página.

_Acá dice que hay que verificar la profundidad de la herida.

_ Adolfo llegó a decirme que se había tocado una costilla.

_ Eso tal vez sea bueno, si el arma dio contra los huesos puede que no dio contra ningún órgano.

_ Perfecto, ¿Qué más?

_Aguja e hilo. En lo posible hilo de nylon, o pesca, o en su defecto hilo común, pero solo provisoriamente.

_ ¿ Y cual tenés?

_ Ninguno, ni aguja tengo, cuando se me rompe algo lo tiro. O a lo sumo lo mando a coser…

_ Entonces cagamos.

_ No sé qué decirte.- Y de nuevo esa arrugada de frente…y su naricita…

_ ¿Vecinos? ¿No tenés vecinos?

_ Si, ya vuelvo.

Salió corriendo, yo miré su colita tambaleante en el aire, y soñé con sumergirme en ella, así es el amor.

Me quedé solo con mi tío, acerqué mi cara a su cara y le dije:

_ ¿Adolfo? Te voy a tener que coser…

_ Ya sé boludo, te lo dije hace diez minutos. ¿Qué esperas?

_ Que me traigan aguja e hilo… te aviso que yo nunca hice eso, así que no se qué onda…no quisiera meter la pata, ¿querés que vayamos a un hospital?

_ Ni en pedo, dale nomás, tratá de asegurarte de dejarla bien cerrada para que no se infecte… no escatimes puntos, ya no estoy para preocuparme por la estética…

Era verdad, ahora que veía tu torso desnudo notaba que ya poseía varias cicatrices o gajes del oficio seguro, y una bastante larga, cerca del corazón.

_Voy a intentar hacer lo mejor que pueda.

Entonces pensé en qué clase de vida había llevado mi tío, ésta no sería su primera huida con alguna herida sangrante. ¿Tendría familia? ¿Una mujer tal vez? Caí en la cuenta que no había preguntado nada sobre él. ¿Quién era? Estaba cometiendo un error, un personaje como él debía tener un pasado que justifique su presente accionar, y debía ser incluido en la narración, tal vez casi a la mitad, cuando el lector ya esté familiarizado con él… un capítulo aparte tal vez, o si no es mucho lo que hay para contar se puede hacer por medio de un breve flashback.

De pronto entró Mía corriendo. Y gritó:

_ Tanza de pescar… ¡y una aguja para coser matambres! ¿Qué tal?

_ Perfecta…- Y luego me corregí.- digo perfecto.




Continuará…





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