top of page

EPISODIO ONCE

_No abras tanto los ojos, al menos no todavía.- Adolfo me advirtió, como atajando alguna situación venidera.- Mirá Juan, esta Mía de la que te hablo, no sabe tanto como vos, no te vayas de lengua, hablando de eso, ¿podés no sucumbir a las dulzuras de una engañosa y hermosa mujer? Sé que va a intentar lograr con vos todo lo que no pudo conmigo.

_ No te preocupes, soy un hombre grande que ya no piensa con la entrepierna.

_ ¿Lo sos?

_ Por supuesto.

Quería verla ya. Que Adolfo parara de hablar. Algo me decía que tal vez ella sería como yo, una simple persona arrastrada en este espiral de mentiras. Que tal vez, ella era la más confiable de todos. Ya estaba entregado.

_ Entonces vamos, mientras podamos.

Vi que se retorcía hacia un costado mientras caminaba y le ofrecí ayuda:

_ ¿Te llevo el bolso?

_ Sólo muerto.

_ Gracias por la confianza.

Ni me contestó, se llevó de nuevo la mano a la herida e hizo una mueca de dolor. A lo lejos, no tanto en verdad, se escuchaban las sirenas y hasta tal vez los gritos de la gente. Cruzamos la calle con dificultad, tratando de no llamar la atención.

_ ¿Te puedo preguntar quién es esta Mía?

_ Es mi empleadora, fue la que me contrató para que encontrara a aquel hombre del galpón. Es su hija.

_ Por dios… ¿vas a decirle que lo prendimos fuego?

_ Claro que no, sólo le diremos que lo encontramos muerto… o mejor, que todavía no lo encontramos, así que ojo, te prohíbo que hables con ella, por las dudas.

_ ¿Hija? Es una mina joven entonces…

_ Joven y hermosa. Pero peligrosa, no sé bien qué busca en todo esto.

_ Al padre, obvio.

_ Nunca existen obvios donde hay tantos secretos.

_ Dejame hablar con ella y yo te averiguo todo.

_ Si vos hablas con ella lo único que va a pasar es que largues todo y averigüe todo de nosotros, así que no. Vos vas a hacer de Bernardo, el ayudante mudo del zorro.

Esto era humillante, hice valer mis derechos profesionales.

_ ¿No crees que ella pueda aportar más datos y una visión más amplia para el libro? En definitiva, todo comienza con ella...

_ No comienza con ella, sólo que a través de su búsqueda nosotros entramos en la trama. Castro fue muerto porque no tenía que hablar. Era lo que convenía.

Volvimos a doblar en otra esquina, no sé si zigzagueábamos a propósito porque el camino a Mía era ese, o simplemente evitaba que yo memorizara cómo llegar. Por fin avanzábamos un poco en la narración. ¿Tenía que tomar más notas? Tal vez, en cuanto nos detuviéramos debía anotar algunas impresiones, organizar ideas, no perder el nervio de los hechos. Para mí, pintaba cada vez peor pero la historia mejoraba.

_ Vos llegaste a verlo vivo, ¿no te dijo nada?

_ Casi nada, era muy profesional Castro, no iba a hablar ni en pedo, en este rubro somos así, silenciosos, sino, nadie nos contrataría.

_Pero lo mataron por eso.

_ Tarde o temprano todos terminamos así. Al que no lo matan a tiros, lo tiran al rio atado a una heladera vieja, o a lo que se tenga a mano, algo bien pesado.

Pensé en lo triste que sería que mis últimos momentos fueran bajo el agua oscura, atado a un libro de Sábato. Terrible. No debe haber peor muerte. Tampoco es que morir lentamente tirado en la calle es la gloria… pero al menos puedo intentar reconstruir todo antes de partir a la nada.

_ Gajes del oficio.- Dije entre profundas respiradas, caminábamos bastante rápido, y Adolfo lo hacía bastante bien, digo, a pesar de su edad, su peso y su herida.

_ Siempre uno elije, cuándo seguir y cuándo no. Siempre que se pueda, claro.

_ ¿Y esta Mía, vos decís que nos va a recibir?

_ ¿Otra vez con ella? ¿Qué estás imaginando?

_ Todo.

_ Juan, ya te dije que esto no es una novela de aventuras.

_ ¿No es la bella dama en problemas?

_ Nosotros somos los de los problemas, no sé si lo notaste. Ahí viene el tren apurate.

En efecto, llegamos a las vías y ahí venía el tren, nos apuramos un poco más, y lo alcanzamos sin pagar boletos. El costado de Adolfo estaba cada vez más rojo, por suerte podía tapárselo con el bolsito. El vagón venia a medio llenar, trabajadores de amargas caras, mujeres con la mirada clavada a la ventanilla, unos jóvenes escuchaban a todo volumen de su celular un reguetón maldito que todos escuchamos hasta el cansancio. Pasamos la primera estación en silencio. Mi tío sudaba, y retorcía su boca hacia ambos lados, en la segunda me hizo señas para bajar.

_ Ya casi llegamos, por suerte, ayudame con el bolso, tengo que sujetarme la herida con este pañuelo.

_Al fin un poco de confianza ¿no irás a morir no ahora no?

_ La boca se te haga a un lado, que te parió, no… sólo estoy cansado.

_ Pesa bastante. ¿Además de una computadora, dólares, y bombas que llevo?

_Lentes nocturnos, dos juegos de llaves maestras, abren casi todo, un juego de esposas y…el diario de ayer, cajas de balas, ya gasté las lacrimógenas, me queda una sola pero de las explosivas, pastillas, estimulantes, efedrina, cafeína y no sé qué otra cosa… -Tambaleaba, parecía que hablaba desde otro lado, como a punto de desmayarse, lo apoyé en la pared más cercana - …te mantienen despierto y valiente. Dan sed, pero al menos ayudan a no caer… ¿estoy cayendo?...tiráme una par en la boca, buscálas, son blancas… en un frasco negro.

_ Decime dónde vamos al menos… por si pasa algo…

_ ¿Qué va a pasar pelotudo? Nada, no va a pasar nada, ahora me recupero un poco…

Se tiró sobre un alambrado de la estación. La gente que bajaba del tren pasaba entre nosotros.

_ ¿Estás seguro? Te ves jodido.

_ Jodido estas vos, y todos aquellos a los que si se le derrumba lo cotidiano entrarían en un mundo donde no podrían sobrevivir a la mañana… yo no estoy jodido.

_ Cierto, y lo de la heladera y todo eso…

_ No es joda,…ya tendrías que saberlo.

_ Y la verdad es que en un par de horas bastaron para ver bastante. Pero tengo miedo de que te desmayes acá, así que vamos.

_ Cruzá la calle ésa, la avenida, ¿ves esa esquina? Agarrá por ahí, a media cuadra hay un edificio con fachada verde, y vidrios grandes, ahí, ahí es, séptimo B, después del sexto y antes del octavo, ¿te vas a acordar?

_ ¡Pará no te desmayes! No puedo arrastrarte hasta ahí…

_ Ayudame entonces, vamos, falta poco… ¿tenés el bolso? No lo sueltes por nada en el mundo.

_ Despreocupáte, vamos, dale.

Puso su brazo sobre mis hombros, como chicos compañeros de andanzas, bajamos una escalera muy despacio, escalón por escalón, aferrándonos a la sucia y oxidada baranda de metal, llegamos a la avenida, cruzándola a los saltos mientras le rogaba a mi tío que no se desmayara. En la esquina giré hacia donde me había indicado, encontré el edificio verde.

_ ¿Éste?

Adolfo no pesaba poco, así que yo, su muleta transitoria transpiraba como si hubiese desayunado con éxtasis.

_Si, tocá timbre.

Lo hice, entre el sexto y el octavo. Una voz de mujer preguntó:

_ ¿Quién es?

Lo incliné a mi tío para que hablara, al ver que nada salía de su boca arriesgué:

_ Soy yo Adolfo, abrí por favor.

_ Vos no sos Adolfo.

_ Es verdad, pero lo tengo en mis brazos a punto de desmayarse.

Al fin habló:

_Soy yo, abrí estoy herido, necesito ayuda…

_ ¿Adolfo? ¿Sos vos?

_ ¡La puta madre carajo si soy yo! ¡Abrí por favor!

_ Ahí va…

Se escuchó el pitido y empujé la pesada puerta de vidrio. Tomamos una ascensor hasta el séptimo, en dicho piso nos esperaba el departamento B con la puerta abierta, ahí ella asomaba con cierta tensión en el rostro, sus ojos me siguieron al bajar del ascensor, yo sonreí, su boca tiesa me cautivó, podía sentir el olor de su piel, y escuchaba sus dedos nerviosos tamborilear contra el marco de madera oscura, una pierna enfundada en un ajustado pantalón negro invitaba a la perdición, brillaban sus ojos en el pasillo oscuro. Bajamos del ascensor y Adolfo al fin se desmayó escapándose de mis brazos, directo al suelo.

La miré, y sólo le dije:

_ Vos tenés que ser Mía.

Al darme cuenta de lo que había dicho sonreí hacia un costado.




Continuará…







SEARCH BY TAGS
No hay tags aún.
FEATURED POSTS
ARCHIVE
bottom of page