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EPISODIO NUEVE

La historia resuena en las risas y los aplausos que repican en los altos salones del poder. Pero también la historia ronronea en aquellos secretos y engaños que se amontonan en los sótanos del traspoder. Los que usan no salen en fotos ni revistas, no necesitan votos, ni publicidad alguna, por el contrario, el anonimato es su fuerte. Accionar sin ser visto es no necesitar refugio, y la certeza de no tener que desaparecer porque en realidad, nunca se existió.

Mucha gente corría asustada, los policías que llegaban al lugar se hacían los boludos y caminaban por ahí agitando los brazos y dando órdenes pero ninguno se acercaba a la boca del subte. A ver si todavía explotaba algo. El terrorismo internacional había plantado base en esta ciudad de rumores baratos. Alguien gritó que había que volver a sacar los tanques.

Traté de pensar que mi tío sabía lo que hacía. Que no era tan grave lo vivido, disparar en la pierna de otra persona y luego accionar una granada lacrimógena mientras se espera el subte era nada. Comparado digo, con volar edificios, embajadas, y pentágonos. No era tan grave. Para nada. Intentaba negar la posibilidad de que el próximo baleado fuera yo. No fui ese próximo al menos, habrán muchos más cadáveres entre aquel del galpón y el mío. Muchos más caerán hasta llegue mi turno. El último recuadro de una historieta. En él se ve mi cuerpo tirado en el suelo y apoyado de espaldas contra un puesto de diarios. Estoy pálido. Mis labios se vuelven azules. Y una mancha roja va tiñendo el suelo.

Adolfo avanzaba a tranco largo casi llevándome en el aire. Tal vez tenía miedo de que en un instante me pusiera a llorar a los gritos y avivara a la cana. Esquivábamos todo tipo de gente, angustiados, eufóricos, curiosos, llegaban los bomberos que mas piolas bajaban del camión ya con las mascaras puestas. Dispuestos a zambullirse en la boca del dragón. Vidas corriendo peligro. El mundo así era. Un riesgo tras otro. Un porcentaje pequeño y borroso que de pronto se vuelve algo real, palpable en la carne. El miedo como única razón de escape. Algo me latía en la sien. Tum, tum, tum. Sólo escuchaba eso. Tum, tum,tum. El móvil de algún noticiero ya estaba en el lugar listo para transmitir en vivo y en directo. La humanidad desnuda. Cámaras. Y cámaras de seguridad. Y cámaras de celulares. Y cámaras en las fiestas. Y en las estaciones de tren. En hospitales en hoteles. Y en los supermercados. En los bancos. Plazas, lugares públicos, cualquier puta esquina. En iglesias y bares. Un policía se les acercó para cerrarles paso. Todos en el cuerpo sabían que el cuarto poder pagaba bien por la primera información, así que no tardarían mucho en abalanzarse unos sobre otros. Sólo habían pasado unos minutos desde el tiroteo. Me dolían las piernas. La realidad es una maquinaria absurda que funciona a la perfección. Todos sabemos qué hacer. Qué decir. Y qué comprar. Qué mentiras creer y qué verdades ignorar. Luces que titilan indicando el camino incorrecto. Las peores decisiones son aquellas de las que más convencidos estamos de que son las correctas. Tiramos una moneda al aire, cara o seca, pero erramos al intentar atajarla y esta cae por la alcantarilla de desagüe. Así de simple ocurren las cosas.

Me detuve, clavando casi mis pies en el suelo.

Adolfo pegó el tirón de brazo y se dio cuenta que lo mío venia en serio, estaba empacado como caballo en tabla de surf. No pensaba dar un paso más ni hacia adelante ni hacia atrás. ¿Era conveniente detenerme justo en ese momento? Posiblemente no. Pero necesitaba de alguna forma hacer notar mi existencia. Mi tío me arrastraba impunemente de problema en problema. En ese momento me soltó el brazo y me miró fijo. Busqué mi voz, oculta en profundidades más placenteras. Costó pero la obligué a salir.

_ No voy a dar un paso más… dale, obligame a caminar, sacá el arma y pégame un tiro. ¿Qué más da? Si no me lo das vos, me lo pegan los de Legión. O la policía, quien sabe a esta altura que me puede pasar. Eso sí, pégamelo bien, no me dejes rengo o algo así, por lo menos respeta que somos familia che. ¿Familia? ¿Dije familia? ¿Sabés? Palabra derivada del latín famulus , esclavo. Y yo no soy tu esclavo. Y ni siquiera se cuánto de familia tenemos, no recuerdo casi nada de vos, a ver… a sí, eras el que ni apareció en el velorio de mi viejo. Tu hermano. ¿Te acordás de él? Yo cada vez menos, pero sí me acuerdo.

_ Juan, escuchame bien, estás por entrar en pánico.

_ ¿Pánico yo? Pero por favor… sólo estoy haciendo uso racional de mí mismo. Esto no es pánico, es mi capacidad de exigir que se me respete. Que se me tenga en cuenta. ¿O a caso soy sólo un muñeco?. La puta que los remil parió carajo.

_ Tranquilo, entiendo que te pongas así, no estás preparado para tanto. Pero ahora mantené la calma. No es lugar para escenas.

_ ¿No?

_ No. Tendrías que entender que ya es tarde para berrinches.

_ Depende como lo veas, para mi es el momento ideal, todavía estoy a tiempo para alegar secuestro, que me llevabas de acá para allá amenazado, y yo sin nada que poder hacer…

_ A los de Legion no les va a importar si estabas obligado o no. Tarde o temprano van a ir por vos. Ya saben quien sos donde vivís y que hacés, si es que haces algo. No te queda otra que quedarte conmigo Juan.

Me miró casi con cariño. Como si sus ojos irradiaran humanidad, y seguridad, y buenas intenciones.

No confiaba en él. No le creía. Pero por otro lado malas eran las aguas que se avecinaban. La senda del camino legal no me convenía, los cuerpos, disparos, corridas, todo tiene mis huellas. Soy uno más. Estaba ligado cada uno de los hechos. No podía despegarme de nada. Además, tampoco me importaba. Algo dentro de mí me impulsaba. Sí, tenía miedo. Desconfianza. Sabía certeramente que detrás de esta fachada se escondía algo más. ¿Valía la pena? Eso no podría responderlo ni en este momento, mientras desangro. ¿Vale la pena la verdad? ¿Vale la pena saber que sólo somos un puñado de polvo en la mano de un gigante? Los engaños, disfrazados en marcas reconocibles nos llevan de la mano por el pasillo hasta la salida final. No hay segunda vuelta. Pagues lo que pagues. Creas lo que creas.

_ Es muy simple, o me contás de que viene la cosa o empiezo a gritar.

Sus ojos se entrecerraron como a un felino cuando tiene su presa a tiro.

_ ¿Vas a gritar?

_ Lo que escuchaste.

_ ¿Y qué vas a gritar?

_ No sé, solamente voy a empezar a gritar como si una avispa me hubiese picado un huevo.

_ ¿Sólo un grito? Ninguna palabra o consigna, ¿o tal vez un último pensamiento?

_ Entiendo la sutileza, me estás amenazando.

Al parecer la granada no paraba de largar humo, pero mucho humo. Una columna gris y blanca surgía en espiral de la tierra. Los policías entrenados en el uso de fuerzas disuasivas contra la población civil se miraban mientras lloraban sus ojos. Mucho humo, poca visión y lagrimas frías . Alguien dijo que alguien vio cuando alguien la tiró. El lugar parecía escenario de una película surrealista o de Pino Solanas. ¿Es que no paraba más de salir gente de ahí abajo? Más patrulleros y ambulancias y otro camión de bomberos. Nosotros en el medio, parados a escasos centímetros uno del otro. Mirándonos fijo. Como gallos de riña, tomando aire antes del ataque. Estaba decidido a jugarme las fichas. El humo complicaba ya la visión.

_ No te estoy amenazando. Pero si te pensas que voy a dejar que me entregues así estas muy equivocado. Antes que tragues saliva para gritar ya te llene de agujeros. Lamento si tengo que hacerlo, bien lo dijiste, somos familia. ¿ Pero te crees que después de tanto tiempo de oficio me voy a dejar entintar en este momento? ¿Ahora? Mientras tenga la posibilidad de pegarte un tiro eso es imposible. Y todavía tengo esa posibilidad.

Sentí el caño de un arma que se apoyaba justo sobre mi testículo derecho. Baje la mirada y sólo veía humo, Adolfo aprovechaba ese manto neblinoso para desplegar toda su impunidad.

_ ¿Por qué mierda hay tanto humo?

_ Son granadas especiales, sobrecargadas, con dos de estas desapareces de cualquier lado. Hasta podría permitirme disparar, e irme sin que nunca nadie se entere que pasó acá.

_ En este caso…-Lo agarré.- ¿de que te serviría? todo este plan se va al carajo, nadie nunca sabría el por qué. ¿No era tu intención sacar a la luz no sé qué carajo de plan? Bueno, al final, necesitas del humo para ocultarte, pero lo único que querés es que llegado al momento ese humo desaparezca, y la verdad quede desnuda ante todos. ¿Algo así no? Y me necesitas para eso.

_ Si hay algo que sobran son escritores desempleados, mismo anzuelo, misma pesca.

_ ¿Y por qué no empezaste por cualquier otro? ¿Por qué yo?

Un silencio aconteció entre nosotros, en medio del caos de la evacuación, a nuestro costado pasan rápidamente dos camilleros, se escuchaba el chirrido de las ruedas de una camilla al girar sobre el cemento, y sobre ella, sujetándose un torniquete que le habían aplicado sobre su pierna herida estaba Silvani, este, al vernos ahí parados charlando como si nada levantó su brazo derecho para señalarnos y gritó:

_ ¡A él! ¡A él! ¡Al falso escriba!

Por la cara de distraído que puso mi tío especulé acertadamente que eso era para mí.




Continuará…









 
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