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EPISODIO CINCO

Las personas caminaban por las calles embarcadas en sus problemas, si los tenían. Entre ceja y ceja. Cada paso es un tic-tac de ese reloj que avisa con dureza que el problema sigue ahí dentro de nuestra cabeza y no va a desaparecer por más rápido que caminemos, aunque corramos no hay escape. Otros caminan pensando, o recordando algo que tal vez creen que va a hacerlos feliz. La ilusión. ¿El amor tal vez? Los tiempos cambian rápido últimamente. Por algún desgraciado hecho la máquina se había acelerado. La historia corría enloquecida y sin control. Cuando a un acontecimiento se lo podía subir a una camilla y abrir de lado a lado, sacar sus partes y elegir la conjetura que más nos convenía, ya era tarde. El inevitable dolor de lo ya acontecido es imborrable.

Desde la ventana se podía ver resplandeciente el edificio de la Legión.

_ Ahora caí.

_ Juan, ese edificio majestuoso no es más que una cueva de gusanos.

_ ¿Y eso en qué nos convierte a nosotros?

_ En carne podrida.

_ Muy ilustrativo.

_ Hablando de eso, yo ya decidí… un buen bife con alguna salsa de hongos. Y cebollas. Y un vino tinto. Si se come carne roja acompañada de vino tinto se reducen las posibilidades de un infarto.

_ Yo quiero terminar de leer la carta.

_ Apurate Juan, no sabemos cuándo debamos abandonar este lugar rápidamente.

_ Quiero una tortilla, bien cocida. Y sin cebolla. Sólo papa y huevo. Y para tomar podemos compartir un buen vino. ¿Qué te parece?

Llegó la camarera. Al verla mis ojos, cómplices de la mentira hicieron que recordara a Mónica. Su cabello ondulado e indomable como un erizo de mar. Su piel cobre. Sus ojos como carbón encendido en las tenues luces de una noche de amor. Ese dolor silencioso que se te clava en el pecho y te quita el aire. Maldita sea por recordármela. Por suerte, Mía entraría en la historia. En mi vida. Ella estaba destinada a ser la escoba que barrería todas las migajas que habían dejado las mujeres que en el pasado, a fuerza de placeres y dolores, habían hecho de mi lo que yo era ahora. En ese momento, digo. Pero me estaba adelantando. Así que volvamos a la mesa.

_ ¿Te pasa algo?- Adolfo preguntó luego de hacer el pedido. Explicando detalladamente en qué consistía el plato que deseaba. Vuelta y vuelta. Los hongos en manteca, sin ajo, pero con perejil picado. Y las cebollas salteadas en apenas un chorrito de aceite de oliva. Con un poco de pimienta blanca.

_ No… ¿Por qué?

_ Porque mientras hacía el pedido pusiste una cara que parecía que ibas a largarte a llorar.

_ Por favor… ¿Por qué lloraría?

_ Si hay algo que nunca le falta al hombre son motivos para llorar. Sé lo que es la soledad.

_ ¿Y qué tiene eso que ver conmigo?- Quería escapar del tema, de ella, de su sombra, no hablar más.

_ Que vi la cara que pusiste cuando llegó la mesera. Le clavaste la mirada, se la arrancaste de golpe. Se te dilataron las pupilas. Entreabriste la boca. Te quedaste congelado. Y buceaste por aguas profundas. Donde las corrientes te empujan a lugaresa los que no deberías volver. Si los recuerdos duelen, mejor borrarlos.

Sonaba fácil. Pero mierda que era difícil.

_ ¿Estamos esperando que ocurra algo? – Pregunté como si nada, pero en realidad, a medida que todo tomaba forma, más me preguntaba a dónde llegaría.

_ Siempre está ocurriendo algo, aún cuando no lo parece.

Todo lo que me decía me sonaba vacío y sin sentido. Como las publicidades. Había algo que nunca te contaban.

Sus respuestas eran como aforismos malos, si es que existen los buenos.

_ ¿Y que esperamos que ocurra?

_ Que asome la nariz alguno, conozco a esa gente, me han pedido algún que otro trabajo otra vez.

_ Tío, más allá de la escaza información que me das siempre, te quiero decir que me estás proporcionando una imagen bastante sombría de tu trabajo.

_ El mundo de la seguridad no es tan distinto al mundo del crimen.

Por fin me había tirado una buena frase para el libro.

Busqué mi libreta con movimientos rápidos, ya había aprendido a no confiar mucho en mi memoria, y menos si un vino tinto venía en camino.

_ ¿Crimen? ¿Cuál es el crimen detrás de esto? ¿Qué es lo que descubriste?

_ Todavía no estoy seguro, pero creo que pronto sabremos más. Una muerte es una buena señal. Siempre te acercan a lo importante de los hechos. Vamos por buen camino. Legión es una empresa con un funcionamiento poco claro. Con filiales en todo el mundo. Efectividad, discreción y respaldo político, todo eso te garantiza esa empresa.

_ O sea que nunca los vas a ver en supermercado chino ni en pedo.

_ Sólo resguarda cosas que deben ser resguardadas. Cosas secretas.

_ O sea que son los malos.

_ Si son los malos no nos convierte en los buenos a nosotros.

_ La antítesis siempre existe. En toda historia.

_ Juan, esto no es una novela sobre el bien y el mal.

_ Qué lástima, me gustan esas.

_ Acá no habrá héroes. Así que de ahora en más no pienses boludeces. Sólo juntar la información necesaria para tu libro. Una vez que descubran cual es nuestro propósito no tendremos mucho tiempo para desaparecer.

Eso era lo que llamaban las letras chicas del contrato.

_ ¿Cómo?

_ Cuando sea necesario, nos vamos para el Perú. Y después cruzamos el océano hasta algún país barato de Asia y buscamos una buena choza para que escribas tranquilo.

Lo miré. ¿Huir? ¿Asia?

Mi infancia había sido normal. No hubo violencia. Ni sucesos extraños de esos que hacen que un escritor gane un premio. Por suerte no tuve que presenciar ninguna guerra. Ni siquiera hice la colimba. No consumía grandes toneladas de droga. No pertenecía a ningún círculo literario, ni intelectual, ni nada. Sólo había estudiado el comienzo de unas cuantas carreras. Lo que tenía para decir ya lo dijeron muchos antes que yo. ¿Asia? ¿Mi tío había dicho Asia? No correspondía con mi realidad.

_ No tengo pasaporte.

_ Están para mañana. Con otras identidades por supuesto.

_ ¿Y qué va a pasar con mi verdadera identidad?

_ Si todo sale bien moriremos. Si todo sale mal, moriremos también pero de verdad.

Silencio. La muerte pasó con su gran carro mortuorio construido con los huesos y las penas de cada ser vivo que había visto su cara, y absorbido su aliento seco y pútrido.

Tenía miedo. Por supuesto. Pero no podía evitar la tentación de saber, y de ser de pronto el protagonista de la historia.

_ ¿Cómo voy a llamarme?

_ Que se yo, te toca lo que te toca, como cuando venís al mundo.

Ahí llegaba el vino. Lo traían envuelto en una mantilla blanca. Por su valor.

_ Que mierda… mirá quién sale justo…

Miré a través de la ventana y un hombre alto y delgado salió del edificio de Legión. Llevaba un traje gris y avanzaba dando grande zancadas.

_ Dale, vamos, no tenemos que perderlo, antes que suba a su auto debemos cruzarlo, dale dale…

Sacó de su bolsillo un billete de cien dólares y lo dejó sobre la mesa. Sin mirarme siquiera corrió hacia la puerta. Todos se giraron hacia mi, era el único que quedaba en la mesa, agité los dólares como para que no creyeran que todo era para irnos sin pagar. Me puse de pié y también corrí hacia la salida. En la vereda me encuentro a mi tío arqueado sobre si mismo, como ocultándose.

_ Despertate querés, y prestá atención, controlá que nadie esté siguiendo a ese tipo… si no es así, es todo nuestro…



Continuará…
























 
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